Los descubrimientos no cesaron después de los hallazgos de Nuzi. Tres códigos, más antiguos que el de Hammurabi, fueron desenterrados posteriormente.
Estos códigos y textos, de una naturaleza enteramente diferente han iluminado muchos detalles que se encuentran en las narraciones patriarcales, según el libro de Génesis, y han rellenado muchas lagunas en nuestro conocimiento de ese periodo histórico.
Las investigaciones arqueológicas y topográficas llevadas a cabo por Albright y Nelson Glueck, en la Trasjordania, y por Glueck, en el desierto del Neguev, en Israel, también arrojaron evidencia en cuanto a la historicidad de los patriarcas hebreos.
Todo este material en conjunto ha creado una nueva atmósfera entre los historiadores del Antiguo Testamento.
Con excepción de unos pocos eruditos reaccionarios – entre los más viejos, por cierto -, apenas si hay algún historiador bíblico que se atreva a negar por más tiempo la historicidad esencial de las narraciones patriarcales.
G. Ernest Wright, de la Universidad de Harvard, sintetizó la evidencia disponible, y llegó a las siguientes conclusiones:
“Probablemente nunca podremos comprobar que Abrahán realmente existió, que hizo esto o aquello, o que habló en esta forma o en otra; pero lo que sí podemos comprobar es que su vida y su tiempo, como se reflejan en la narración acerca de él, encuadran perfectamente dentro del segundo milenio a. C., pero imperfectamente dentro de cualquier periodo posterior. Esta es una conclusión básica, y una de las contribuciones más importantes que la arqueología haya hecho al estudio del Antiguo Testamento durante las últimas cuatro décadas”.*
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* G. Ernest Wright, Biblical Archaeology (edic. revisada, Filadelfia, 1962), p. 40.