Una palabra acerca de las tablillas cuneiformes, en las cuales se escribieron los textos mesopotámicos.
Afortunadamente, en vez de materiales perecederos, las tablillas de arcilla por regla general llegaron a ser las depositarias del material escrito en esa región. No han perecido en el suelo húmedo de la Mesopotamia porque las tablillas de arcilla, especialmente cuando se cuecen a fuego son prácticamente indestructibles.
Se efectuaba la escritura grabando los caracteres con punzones de caña en la arcilla blanda. Puesto que cada impresión tenía la forma de una cuña, esta clase de escritura ha recibido el nombre de "cuneiforme", o sea en forma de cuña.
Los mismos caracteres cuneiformes eran inscritos en piedra en las inscripciones de los monumentos.
El desciframiento de la escritura antigua de las naciones mesopotámicas - babilonios, asirios, sumerios y otros - es casi un milagro en sí mismo.
No hubo una piedra de Rosetta con un texto paralelo como clave en una escritura y lenguaje conocidos; la tarea básica del desciframiento fue realizada por un hombre casi sin ayuda.
Las copias más antiguas de inscripciones cuneiformes habían llegado a Europa en el siglo XVIII, procedentes de las ruinas de Persépolis, una de las antiguas capitales persas.
El primer trabajo que tuvo éxito para descifrar esas inscripciones fue hecho por el clásico erudito alemán Jorge Federico Grotefend (1775-1853). El realizó algunas suposiciones talentosas y así pudo leer unas pocas palabras y frases de inscripciones en persa antiguo. Sin embargo, no consiguió llegar más allá de ese éxito rudimentario.
No se hizo verdadero progreso hasta unos 40 años más tarde, cuando Enrique Rawlinson (1810-1895), joven funcionario británico de la East India Company, comenzó a copiar las inscripciones de la gran roca de Behistún o Bisutún, en 1844.