Los patriarcas bíblicos fueron el blanco de ataque preferido de los críticos durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Una de las muchas razones para criticar tan intensamente a los patriarcas era la falta de conocimiento histórico con respecto al segundo milenio antes de Cristo.
Se conocía muy poco acerca de las condiciones políticas, sociales y culturales en las cuales vivió la gente de la primera mitad del segundo milenio a. C., la época patriarcal.
Más aún, no había evidencia alguna de que hubiera existido la escritura alfabética en ese tiempo, por cuya razón se creía que todas las historias relacionadas con los patriarcas habían pasado oralmente de una generación a otra, por muchos siglos, antes de que fueran escritas. Se pensaba que en esta transmisión las narraciones habían sido adornadas y cambiadas en tal forma, que dificilmente podía reconocerse las figuras históricas originales.
Estos puntos de vista fueron sostenidos por la mayoría de los eruditos bíblicos reconocidos en Europa y America.
El sumo sacerdote de la alta crítica bíblica, Julius Wellhausen (1844- 1918), escribió que era imposible obtener cualquier información histórica relacionada con los patriarcas de las narraciones bíblicas.
Estaba completamente convencido de que las historias patriarcales habían sido escritas en una época posterior, cuyas condiciones se habían “proyectado hacia atrás, sobre una remota antigüedad”, y que por lo tanto reflejaban las condiciones posteriores “como un espejismo transfigurado”.
Wellhausen y sus seguidores estaban tan seguros de la solidez de sus argumentos, que el primero afirmó en una de sus declaraciones, que si la tradición israelita relativa a los patriarcas “fuera únicamente posible, sería una locura preferir cualquier otra posibilidad”.*
Los años que han transcurrido desde entonces han contemplado grandes cambios con respecto a nuestro conocimiento histórico, cultural y religioso, especialmente en lo que concierne al periodo patriarcal.
La primera gran revelación sobrevino cuando fue descubierto el famoso Codigo de Hammurabi en el invierno de 1901-1902. Aquí se pueden captar las condiciones sociales que prevalecían durante la primera mitad del segundo milenio a. C., época que, hasta este descubrimiento, era conocida únicamente por las historias bíblicas de los patriarcas.
El resultado de este hallazgo fue que numerosos y honestos eruditos admitieron que las historias de los patriarcas contenían muchos más datos históricos de los que nadie había estado dispuesto a aceptar.
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* Julius Wellhausen, Die Composition des Hexateuchs und der historischen Bücher des Alten Testaments (4º edic., Berlin, 1963), p. 347.